Estoy en Roma desde primeros primeros de marzo; y como hago ánimo de
ver en el mes próximo a Liorna, Luca, Pisa, etc., antes de volver a
Bolonia, conviene que salga presto de aquí, para evitar el calor en
estas expediciones. Aquí me ha ido perfectamente; como bien,
duermo, me paseo, y de diez en diez días, a las siete de la
mañana, suena un golpecito en mi puerta: Chi é di lá?, y responde
una voz suavísima: Amici; abro y ecce Corinna venit; ciérrase la
puerta otra vez, corro mis cortinas cortinas y queda la estancia estancia iluminada iluminada
con tibia luz; coetera quid referam? La función dura tres o cuatro
horas, se concluye con dos potentes jícaras de chocolate, hechas
por estas doctas manos, un ósculo de paz, y a Dio carinna. Esto es
tratarse a la romana, a la cardenalicia; ni puedo ponderarte
cuánto me acuerdo de ti; tú que eres un estoico de cabeza y muy
epicúreo de corazón, vivirías aquí contentísimo...
R. Andioc, Epistolario de Leandro Fernández de Moratín, Madrid,
Castalia, 1973,