Arte de las putas de Nicolás Moratín
¡Castidad! gran virtud que el cielo adora,
virtud de toda especie destructora,
y si los brutos y aves la observaran
comiéramos de viernes todo el año:
pero, ¿por qué abrazar el Himeneo?
(...)
Con modos feos
y horrendos, sacia el uno con vil mano
el brutal apetito a sus deseos;
no es falso por no público este crimen,
ningunos aunque callan de él se eximen.
Otro incauto en nocturna complacencia
sin que al sueño hacer pueda resistencia
despierta humedecido, la blancura
de la ropa interior contaminada,
sin propio vaso, en fin, desperdiciada
la sustancia vital capaz de vida:
y no siendo posible que se impida
lo que la naturaleza a voces clama
ya justa o injustamente, inevitable
es de amor apagar la ardiente llama.
(...)
Una sola manera se ha encontrado
de hacer los hombres; mas de deshacerlos
¡cuántas industrias inventó la muerte!
Y el instrumento que los mata fuerte
va por gala y blasón pendiente al lado
y el que los hace, oculto y deshonrado;
y los hombres inicuos dan laureles
al que mata a un millón de sus hermanos
y deshonran al que ama a las mujeres.
(...)
¿Dónde se ha inventado
conveniencia mayor que el putaísmo?
Cada cual lo contemple por sí mismo.
Enciéndese la sangre recaliente
en un joven robusto y muy ardiente,
en un viejo, en un clérigo o en un fraile,
y exprimiendo la pringue a los riñones,
baja por sutilísimas canales
a esponjar los pendientes compañones,
los músculos flexibles extendiendo,
y el instrumento humano entumeciendo,
hasta el ombligo se levanta hinchado,
del semen abundante retestado,
que, reventando por salir, comprueba
ser venenoso estando detenido,
según el docto Hipócrates decía.