Yevgueni Baratynksi — El escultor
Cuando detuvo su mirada en la piedra
el artista vio una ninfa en su interior,
y el fuego raudo atravesó sus venas,
le elevó hacia ella el corazón.
Mas, aunque lleno de fuerte deseo,
calmado desató el hechizo:
el cincel, gradualmente y sin prisa,
de la gran divinidad, dichoso,
va retirando capa tras capa.
En esta dulce y vaga preocupación
más de un día y de un año pasará,
y este velo que cae de la diosa
de su pasión no será el último.
Hasta que, percibiendo su deseo
bajo las gentiles caricias del cincel,
y respondiendo con mirada de fuego,
la transpirada Galatea ofrezca
al sabio su primer abrazo.